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12 sept 2011

EL TEMPLO PARROQUIAL DE ALCALÁ DE LOS GAZULES

I. RESUMEN HISTORIAL

Es venerable y congruente tradición histórica la reconquista de Alcalá en la festividad litúrgica de San Jorge, el día 23 de abril de 1264, por las huestes del rey don Alfonso X El Sabio. Conforme a la costumbre medieval, desde entonces quedó proclamado por el pueblo –con la necesaria aprobación de la jerarquía de la Iglesia- dicho santo mártir como Patrón principal de la localidad, nombramiento reforzado por el patronazgo del santo sobre las órdenes de Caballería, a las que se confió en los comienzos la custodia de esta fortaleza fronteriza.

Consiguientemente, debió dedicarse a San Jorge la primera capilla o iglesia en el viejo castillo. Pero más tarde, consolidada la conquista y repoblado el lugar, fueron erigidos un templo principal y otros secundarios, que documentos del siglo XIV nombran de San Jorge -en primera mención-, de San Vicente y de San Ildefonso. Hasta el siglo XV, la iglesia de San Jorge tuvo su sede en espaciosa ermita, parece que en el mismo sitio del templo actual. En dicha centuria, iniciada la edificación de la presente iglesia, se obtienen el 2 de enero de 1524, a solicitud del señor jurisdiccional, Letras Apostólicas del Papa Clemente VII, para la refundición de las tres collaciones parroquiales en la de San Jorge, que es considerada iglesia Mayor y precedía en las citaciones a las demás, quedando bajo el especial patronato secular de los Ribera, señores de la entonces villa y adelantados mayores de Andalucía. Al mismo tiempo, se suprimieron tres beneficios simples y dos prestameras, creándose en cambio un Cuerpo de Beneficiados, con encargo de servir al culto y cantar las horas canónicas. Entre sus miembros figuraron San Juan de Ribera, varios prelados y el siervo de Dios Diego Ángel de Viera, fundador de la Congregación de Jesús, María y José.

Además de rezo diario de tercia, era característica la procesión claustral subsiguiente de los domingos, en cumplimiento de un antiguo voto. En 1880 aún persistía el régimen de beneficiados y por entonces colaboraba en el culto una notable capilla de música; es preciso mencionar entre los antiguos sochantres al distinguido musicólogo Luis Cirilo, que también lo fue de la Colegiata de Jerez, prestigioso autor de varios tratados de canto llano. Presidía el clero parroquial el vicario, el cual, sin embargo, no presidía en el coro si él no era también beneficiado.

Aunque existen partidas sueltas de administración del bautismo desde 1542 y de matrimonios desde 1570, las actas sacramentales según el ordinario sistema pastoral; es decir, en libros propios sin interrupciones y con sus índices, se datan: las de bautismo, desde 1571; las de matrimonios, desde 1622; y las de funerales o defunciones, desde 1684. Consérvanse otros libros parroquiales o de carácter parroquial; numerosos expedientes de carácter histórico, sacramental, administrativo, etc.

El templo, en la forma sustancialmente conservada –ocupando buena parte de la antigua gran plaza y patio de armas del castillo-, se empieza a construir a fines del siglo XV, por voluntad y generosidad de don Fadrique Enríquez de Ribera, señor de Alcalá y marqués de Tarifa. Sus principales restauraciones y ampliaciones han sido varias, hasta alcanzar los 1.196 metros cuadrados de superficie que comprende hoy (al decir de Sánchez del Arco, que parece incluye el graderío exterior, la antigua rectoral y otras dependencias anejas, como la obra nueva o antiguo cementerio). Sólo la estimable portada ojival revela aquella data, porque se hizo amplísima reforma –desmantelamiento de la iglesia, dicen escritos contemporáneos- en 1629, realizada por el maestro mayor del obispado Pedro Ruis Cañato de Vargas y su yerno el maestro cantero Francisco de Agüero; y, a mayor abundamiento, en la reforma concertada en 18 de marzo de 1637, transformaron todo el vetusto recinto en el actual de tres naves, de 28,22 metros de largo (por el presbiterio, de 33,20) por 14,50 de anchura. Dirigió esta última obra el maestro Gabriel del Valle, conforme a detallado plan. Ya quedaron entonces instaladas las “seis columnas y quatro medias muestras”, realizadas en cantera local; tienen “una bara de grueso y seis de alto de la horden toscana enbazadas y encapiteladas”.


A lo largo de los siglos XVI y XVII se adorna el templo con nuevas capillas y una puerta secundaria, prolongándose el recinto sagrado al contiguo cementerio o “panteón viejo”; edificándose la airosa torre del campanario, sobre una grada. Circunda ésta también lo restante de la fachada del templo, con defensa de cadenas entre doce columnas de mármol, por gozarse derecho de asilo eclesiástico para ciertos delincuentes. La última restauración de estas cadenas fue gestión eficaz del marino A. Rodríguez de Zuloaga, que obtuvo la cooperación del Arsenal de La Carraca.

Para citar algunos casos concretos de exorno, registremos que, en 1533, a consecuencia de viejas vinculaciones, don Pedro Catalán ya tenía construido sepulcro familiar en una de las capillas; y, hacia 1615, don Álvaro de Zurita Riquelme y Galíndez, de la casa marquesal de Campo Real, había adquirido varias sepulturas para mayorazgo en la capilla del Sagrario (la que luego se denominaría de Santa Bárbara y hoy de Ánimas).

En 1628 adquirió también otros derechos en la nueva capilla mayor o del Sagrario, con enterramientos y sitial. Tenían aquí los Zurita su blasón, hoy conservado en uno de los lados del púlpito, como asimismo quedan, sobre la puerta de la sacristía, los clavos donde colgaban sus reposteros. En este último periodo y, más tarde, el arzobispo Luis de los Cameros labra enterramiento para sus padres al nivel del altar mayor.

En el siglo XVIII, el arquitecto Gil Cayón realiza la última notable restauración general, cuidando especialmente el estilo dórico toscano. El panteón subterráneo se estrenó en 1780, y es moderna también la obra de la zona de las capillas del Santo Entierro y del Bautismo.

Por cédula auxiliatoria de 6 de marzo de 1788, este curato nutual de San Jorge pasó a tener carácter perpetuo, dotado y colativo, proveyéndose su cura propio por concurso y terna, conforme a normas concordatarias. Durante mucho tiempo fue curato de segundo ascenso, siendo también su titular arcipreste de las iglesias hasta 1920 y, además, cura castrense en cierto periodo. Citemos entre los párrocos últimos a don Antonio Doña, víctima de la persecución antirreligiosa en Madrid, y a don Manuel Barberá, cofundador de las Escuelas Profesionales y editor de una Hoja Parroquial reveladora de su celo.

II. NOTICIA DESCRIPTIVA

Estilo general.- Por su antigüedad y prestancia, es preciso notar el valor de la portada principal o de San Jorge. Del gótico ojival, en figura piramidal, cuajada de bellas estatuillas. Destaca en el tímpano la figura del Patrón, en su clásica representación de caballero que vence al mal, simbolizado en el mítico dragón. Las puertas del templo son chapeadas y hay ocho escalones de subida. El estilo del templo es del orden entre toscano y dórico enriquecido. Estructura sólida, de tres naves largas, altas y bien ventiladas, con el correspondiente crucero.

La puerta secundaria está dedicada a San Juan Bautista y data de 1739; es de orden corintio, fabricada en ladrillo, con efigie de dicho santo en su parte superior.

Altar mayor.- Se sube al presbiterio por grada de siete escalones.

Lo preside el retablo, de fondo blanco, con azules, encarnados y dorados, de influencia churrigueresca, pero no exento de majestad. Según concierto de 13 de septiembre de 1607, el pintor Pedro Bautista entregó siete tableros para este retablo, cuyas pinturas fueron “una de la oración del guerto de nuestro señor jesucristo y otro de la cruz a cuesta y otro de san elifonso en ystoria y otro de san pedro y otro de san pablo y otro de santo domingo y otro de san vicente ferrer”, perdidos (casi todos) en la restauración hecha en 1904 por el pintor Diego Muñoz Valverde. Acaso el posterior arreglo del retablo se deba a Andrés Benítez, insigne maestro, muy activo en la zona jerezana mediado el siglo XVIII. A principios del presente, fueron diversos los cambios introducidos por Muñoz Valverde, por mandato del vicario Ramírez Cuevas, como bajar del nicho alto la Inmaculada, colocando allí a San Sebastián, instalándose la imagen de la Virgen en el lugar que ocupaba San Jorge, pasando éste a la hornacina central, desapareciendo a su vez de ésta un antiguo y deteriorado manifestador. Esta excelente talla de San Jorge, aunque mucho menor que de tamaño natural, le representa desde luego en su tradicional forma: mílite sobre blanco caballo, alanceando al simbólico dragón con la cuchilla de su lanza de plata. La imagen, según el catedrático Hernández Díaz (corroborado por el profesor Martínez del Cerro), es obra del genial Juan Martínez Montañés, escultor que ya concertó en 1620 la Virgen del Rosario del antiguo convento dominicano de Alcalá.

A San Jorge le flanquean dos imágenes en talla, estofadas, algo churriguerescas, de dos obispos, acaso San Basileo y San Epitafio; el primero, uno de los varones apostólicos y fundador de la iglesia diocesana; y el segundo, obispo de Plasencia y oriundo de la diócesis de Cádiz. Estos santos fue tradicional colocarlos en los templos a raíz de haber sido oficialmente canonizados en tiempos del prelado fray Francisco Guerra. Otros autores han creído ver en las citadas imágenes a San Leandro y San Isidoro, y aun a San Hiscio, primer obispo de Sidonia, y a San Juan de Ribera, patriarca de Valencia y criado de joven entre los alcalaínos.

En nicho alto figura la imagen de San Sebastián, procedente de la desaparecida ermita de su nombre en el barrio de los Pozos (aquí, como dijimos, estaba antes la Inmaculada).

En el lado de la Epístola existe el monumento sepulcral erigido en memoria del alcaide Ambrosio de los Cameros y de su esposa doña Francisca Iñiguez de Alfaro, padres del arzobispo de Valencia don Luis de los Cameros, alcalaíno, fallecido en 1676. Este prelado mandó construir el sepulcro, esculpiéndose inscripción conmemorativa y blasón familiar. En el lado del Evangelio, en alto, está abierta una reja, tupida, con autorización episcopal otorgada en 1877, para facilitar la audición de la santa misa por las hermanas y habituales en la contigua Casa Madre de la Congregación llamada del Beaterio. En las pilastras del altar, dos ángeles lampareros. Gradas de jaspe negro del sitio de Peña Arpada, del término municipal.

La mesa del altar tiene grabado el blasón parroquial: la efigie de San Jorge.

Bajo la grada y escaleras del presbiterio existe un antiguo panteón, construido en 1779, para restos de sacerdotes y de algunos laicos con derecho a enterramiento en la parroquia, según reconoció el prelado en la visita del año citado para los descendientes de Cristóbal de Ortega, Marcos García, Andrés Martín y Diego de Alfaro. Aquí se halla, desarmado, el monumento de Semana Santa (o del Jueves Santo, como se decía antes de la reforma litúrgica), construido en la Isla de León por don Gaspar de Molina, III Marqués de Ureña, ilustre y polifacético artista. Es de madera de pino, está rodeado de baranda y tiene figura piramidal, representando la fe en la resurrección. Lleva el texto de Isaías, cap. 53, v. 7. Oblatus est quia ipse voluit (Se entregó porque quiso), y marca de su autor. A este monumento correspondían la espabiladera y dos llaves de plata, además de otra dorada con una cadena también de oro y algunas perlas finas para el llavero. Se estrenó en 1794.

Naves laterales.- Aparte del viacrucis y algunos cuadros colocados en ambas naves, mencionemos que en la del Evangelio, en alacena empotrada en el muro con el coro, se conservan varios libros litúrgicos, cantorales y de órgano. Algunos tienen letras miniadas y dibujos en color, de buena factura.

En la nave de la Epístola, frente a la capilla-baptisterio, y también adosada al coro, existe valioso pedestal visigodo, de 0,90 x 0,45, con inscripción testimonial, en hermoso tipo de letra, de la deposición de reliquias de los santos mártires Servando, Germán, Saturnino, Justa y Rufina, más del precursor San Juan Bautista, acto realizado el año 662 (700 de la era española) por Pimenio, obispo de Sidonia. La lápida fue hallada en octubre de 1800 entre los restos de la basílica visigótica del Cerro del Caracol, en el cortijo de Los Santos Nuevos, término de Alcalá. Las reliquias se custodian en depósito contiguo, según mandato del prelado fray Félix Mª de Arriete en 1869.

En la nave del trascoro no falta la acostumbrada efigie de talla de San Cristóbal, “portador” del Niño Jesús; por cierto, oculto por este altar, asoma un resto de mosaico o azulejo indudablemente bastante antiguo.

Capillas.- En el lado de la Epístola la llamada capilla del Santo Sepulcro, por hallarse en ella la urna procesional del Santo Entierro, con la escultura de Cristo yacente; además existe, al menos desde principios del XVIII, un Cristo crucificado, al que llamaban “de la Viga”, como el célebre de la Colegial de Jerez de la Frontera (siglo XIV). Estas imágenes reciben culto especial de sendas cofradías. La capilla está cerrada por gran verja de hierro; su recinto y el contiguo de la capilla del bautismo fueron labrados según planeamiento de José García Scoto, obtenido su terreno del Ayuntamiento en 1863, ya desaparecida la antigua cárcel al otro lado de la muralla primitiva.

En la capilla del baptisterio se halla un lienzo representando a la Santísima Trinidad.

Asimismo cuenta esta nave con la capilla-crucero izquierdo del templo. Sobre altar se halla la pequeña imagen de talla, estofada, de San Antonio Abad (San Antón), con su cerdito, la cual procede de la ermita y cementerio antiguos en el barrio que aún conserva aquella denominación y que por algún tiempo estuvieron al cuidado de los frailes Mínimos. El santo tiene rosario de plata de azabache y báculo con campanilla; el animal lleva collar de plata.

En la nave del Evangelio descuella la capilla de ánimas que posee retablo grande dorado, con altorrelieve de la Santísima Trinidad el arcángel San Miguel y varias almas purgantes. En el suelo, lápidas sepulcrales del beneficiado Pedro de Pina Trujillo (1582) y familia Díaz de la Peña. Sigue la capilla primero llamada de Nuestra Señora de los Remedios, luego de la Virgen de la Concepción (con retablo terminado en 1781); tiene altar privilegiado a perpetuidad por breve del Papa Pío VI de 1 de julio de 1778. Al fondo y a la izquierda de la nave, amplia capilla del Sagrario, construida en el XVIII por el celoso vicario don Martín Cumplido, con retablo de 1792, presidido por la imagen de Nuestra Señora del Rosario de tamaño natural, de candelero. El Niño es de talla. El antiguo retablo del Sagrario lo mandó colocar don Diego de Zurita, marqués de Campo Real, y estuvo primero en la Iglesia de la Victoria. Al hacerse el ensanche de esta zona del templo, para hacer más recatada y amplia la nueva capilla del Santísimo, costeó don Jorge de Villegas otro retablo nuevo, jaspeado y dorado, con su colgadura y cenefa; el estucado actual lo restauró con poca fortuna don Diego Centeno en 1907. En esta capilla, o junto a ella, se conservan varias imágenes:

Cristo del Perdón, de gran talla, titular de una cofradía de penitencia. Obra de autor desconocido que procede del convento de dominicos, siendo restaurada modernamente por el escultor Miguel Láinez Capote.

Inmaculada Concepción, que otros estiman representa a la Asunción. De talla, considerada por Hernández Díaz como de Montañés. Estaba en su capilla propia, con retablo más tardío (acabado en 1781).

Santa Isabel, reina de Portugal, socorriendo a un mendigo, en altar lateral de la capilla. Escultura de tamaño natural y de extraordinario mérito, del tipo de Duque Cornejo. El grupo procede del convento de los Descalzos, de Cádiz.

Santa Bárbara, de talla, mediano tamaño. Traída de Medina Sidonia por un legado de la familia Delgado de Mendoza, que la tuvo un tiempo en la Iglesia de la Victoria, en capilla propia. Tiene los atributos propios de la Santa y la palma de mártir.

San Martín, en actitud de socorrer al mendigo. Pequeña, de talla.

M. Barberá, en crónica de 1956, al citar las imágenes de Nuestro Padre Jesús atado a la Columna y María Santísima de las Lágrimas, atribuye esta última bella imagen a La Roldana. La Virgen estaba en el extinguido convento de Santo Domingo en 1684.

Entre los cuadros, merecen mención:

Santa María Magdalena penitente, que procede de la desaparecida iglesia de la Soledad.

Santo Tomás de Villanueva limosnero, con marco dorado. Copia del célebre cuadro de Murillo en el Museo de Bellas Artes, de Sevilla.

Curación del paralítico de la piscina probática, lienzo donado por el prelado fray Félix (obispo de Cádiz de 1863 a 1880), tamaño 2,20 x 2,80. Estuvo primero en la iglesia de la Victoria.

Juicio de Salomón, situado encima del arco de entrada de la capilla del Sagrario.

Existen cuatro tablas de santas de la misma mano:

Santa Catalina, en el templo, encima de la antesacristía. Tiene la rueda, atributo de su martirio.

Santa Filomena, en el templo, encima de la antesacristía.

Santa Cecilia, situada encima de la puerta del panteón. Tiene su atributo del arpa.

Santa Águeda, en la sacristía. Ostenta sus atributos característicos, con cabeza descubierta y túnica talar.

Mención especial merece la pintura existente en altar de la nave de la Epístola, de tema mercedario y, por ello, revelador de proceder de población distinta, pues no existió nunca especial conexión de dicha orden con Alcalá. Ya en 1588 existía esta “ymagen pintada en un tablerico quadrado de olio hecho de muy buena mano con su corona dorada que dizen truxo el duque de Alcalá el viejo cuando vino de Roma”. Es tabla de 32 x 45, se puede decir que descubierta por el párroco don M. Hermida y sobre ella ha recaído el interés de los investigadores. Acaso la más notable del templo por su singularidad, sus rasgos bizantinos, el ser la primera imagen conocida en la que aparece la flecha como atributo martirial del santo, el dominio de su pincelada y el estilo característico del Trecento. Parece obra de artista romano próximo al círculo de Cavallini o Cimabue (M. Toscano).

En 1962, en visita pastoral, se ordenó retirar varios altares y una hornacina con la imagen de San Vicente, y en 1967 se suprimieron otros altares e imágenes, como los altares de San José y Santa Isabel.

Coro.- El coro se halla a los pies de la nave central, aunque elevado un escalón; queda cerrado por completo, salvo, en la parte anterior, por la puerta de la gran verja, y, en los laterales y detrás, por cuatro pequeñas puertas. Tiene coronación y dos corillos altos con celosías, una para el órgano y otro para la schola cantorum.


La sillería es corrida, de 21 asientos plegables, con brazales; de ellos, 18 en doble hilera alta y baja a cada lado, y 3 plazas más en su fila central y superior, para presidencia. Pertenecen al orden compuesto, ricamente adornado; son de madera de caoba con vivos de ciprés. En las ordenanzas de 1529, el señor de la villa y patrono de la iglesia, mandó se reservasen en el coro cuatro escaños para las justicias seculares; en 1877, el obispo redujo a tres los asientos altos, que reservaba al clero, estableciendo con ello un asiento de presidente, lo cual explica la estructura anómala que ofrece el sitial.

Sobre elevado y excelente atril, suelen colocarse algunos libros de canto coral, de grandes y fuertes cubiertas. Preside el coro una imagen pequeña de San Juan de Ribera, en recuerdo en que este santo, siendo joven, tuvo uno de los beneficios de la parroquia. La verja de hierro es de 18 barrotes verticales y otros entrelazados; trabajada a martillo, tiene gran mérito, y fue ejecutada en 1785 bajo la dirección del vicario don Martín Cumplido y con fondos de la testamentaría de doña Beatriz Muñoz. Las gradas son de jaspe negro de Peña Arpada. El órgano se fabricó en 1775 por Francisco Pérez de Valladolid, músico mayor de la dignidad arzobispal de Sevilla, reparándose en 1876 y siendo de nuevo restaurado en 1904 por el organero francés Alfredo Heulard, que le añadió nuevos registros.

Sacristía.- En la antesacristía –que fue antiguo Sagrario- se ha conservado hasta nuestros días un magnífico guardarropa de caoba, destruido casi por completo en un derrumbamiento reciente. Entre los objetos de culto, destaquemos la custodia, los vasos sagrados y los ornamentos.

La custodia procesional se concertó en 1614 con el maestro platero sevillano Bartolomé del Castillo, siendo donación del capitán Alonso de Coca, vecino de Alcalá. Es un templete de 75 marcos de plata blanca de peso, adoptando la forma circular, con dos cuerpos desarmables; las ocho columnas pareadas sostienen cúpula y linterna. Mide 1 metro de altura por 24 centímetros de diámetro en el basamento. Influencias platerescas en las proporciones y profusión de adornos grabados y algún artificio barroco. La linterna cobija una imagen del Salvador de plata dorada. En el interior de la cúpula se aloja esquilón de plata, que tintinea al ponerse la pieza en movimiento. La custodia propiamente dicha es de plata dorada y se compone de pie decorado de forma análoga a los grabados del templete y un cuerpo o sol de rayos dorados y esmaltados con el viril al centro.

Entre los cálices y copones, tiene mérito que lo hace digno de citar el cáliz sobredorado, donación de fray Juan de Chabes, predicador general y calificador del santo oficio, de la orden de Predicadores.

Además, mencionemos;

- Pendón municipal, con cruz de plata. Es de paño carmesí, bordado con la imagen del Patrono al anverso y las armas de los Ribera, al reverso.

- Cruz de plata con basa, obra de don Fernando de Hoces en 1729. Donación de don Alonso de la Vega.

- Piezas o canutos de plata de las seis varas del palio, turíbulo, ciriales, dos incenciarios, navetas, etc. Proceden de la antigua Cofradía noble del Santísimo Sacramento, muy floreciente en el siglo XVII.

- Dos atriles de plata repujada con chapas doradas con el medallón de San Jorge, regalo de don Pedro de la Jara y Morito, natural de Alcalá y que en 1794 era del comercio de Cádiz.

- Un crucifijo y seis candeleros grandes de plata, con adornos sobredorados. Tienen las armas episcopales de don Luis de los Cameros, su donante.

- Cruz de plata para manga procesional. Donación de don Luis Molina en 1802.

Colgados en las paredes hay un cuadro con el árbol genealógico de la Virgen María y un grabado antiguo de Nuestra Señora de los Santos, Patrona de la ciudad. También existe un marco con la carta circular impresa del obispo capuchino fray Félix Mª de Arriete, sumamente laudatoria para el pueblo; tiene fecha de 29 de mayo de 1877.

En el centro del salón está instalada una hermosa mesa de jaspe (cuarzo compacto), acaramelado, con vetas de diferentes colores. Fue adquirida en la villa de Estepa e instalada en 29 de septiembre de 1771.

De ornamentos debemos destacar cuatro números del inventario realizado a fines del siglo XIX:

- Terno blanco de primera clase con tejido de oro, compuesto de capa, casulla, dalmática, frontal, paño de púlpito con fleco de oro y tres cíngulos bordados de oro y paño de atrilera y manga.

- Paño de hombros de tela de plata bordado de oro y un escudo en el centro con la imagen del Patrono San Jorge.

- Terno encarnado de primera clase con el tejido de oro, compuesto de capa, casulla, dalmáticas, frontal, paño de púlpito y paño de hombros de raso liso con flecos de oro y dos toallas de tafetán para los portapaces.

- Terno morado de primera clase de tisú de oro, compuesto de capa, casulla, dalmáticas, planetas, estolón, frontal y paño de púlpito, paño de atrilera y dos portapaces de tafetán liso.

En tiempos se colgada la iglesia con 23 piezas de damasco.

La extinguida cofradía del Santísima fue dueña de varios palios notables, uno de ellos con seis campanillas de plata y otra en el guión, éste con cruz de plata; también, de un roquete con broche de plata con tres eslabones, que se usaba en las salidas del Sacramento a los impedidos.

Existe un cuadro con el blasón de los Ribera, como hemos dicho, constructores, benefactores y patronos del templo, que fueron señores de la villa y titulares del ducado de Alcalá.

Torre-campanario.- Adosada a una esquina del templo, se eleva sobre el nivel del mar 785,45 metros, y sobre la base 32 metros en su remate, siendo su anchura de 5,30. Su escalera cuenta 75 peldaños.


Construida de ladrillo, con remate de azulejos. En el campanario propiamente dicho, cuatro balconcillos. Sirven los toques, impulsados manualmente por cuerdas desde la planta baja, cuatro grandes campanas (dos de excelente sonido) y otra más pequeña. La torre tiene casi en su final habitación donde se alberga, desde principios del siglo XIX, la maquinaria de un reloj, que tuvo gran esfera ostentada al exterior hasta su destrucción por un rayo en 1898, y que señala las horas por medio de martillo. El campanario sirvió de puesto de vigilancia aérea en los comienzos de la última guerra. Su eminente silueta armoniza a la perfección con el resto del conjunto urbano, que corona con espiritual belleza.

Fernando Toscano de Puelles

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